El sueño infantil: más allá de la medicina

Vicente Romero Redondo

Ante las palabras del neurólogo Javier Albares en su artículo del 13 de junio del 2020, Melatonina, el último remedio para dormir a los niños (que no aconsejan los expertos), desde el Centro de Estudios del Sueño Infantil (CESI), quisiéramos hacer una serie de puntualizaciones, ya que nuestro abordaje multidisciplinar de la ciencia del sueño infantil nos ha permitido llegar a una serie de conclusiones:

  • Los estudios sociales de la ciencia y la tecnología nos muestran que la ciencia en general es un producto de la sociedad que la produce. Esto significa que dista mucho de ser un ente superior y neutral de conocimiento. Por el contrario, está sujeta a las mismas limitaciones que cualquier producto humano. Así, desde el diseño de sus investigaciones hasta la interpretación de sus resultados, la ciencia está profundamente influenciada por los valores culturales e intereses sociales, políticos y económicos de sus creadores (1).
  • La ciencia del sueño infantil no es una excepción. Más bien al contrario, ya que, tal y como señalan muchos de sus autores, es una de las más afectadas por los condicionamientos socio-culturales (2). De hecho, gran parte de la ciencia desarrollada hasta el momento está basada en la aceptación de que el sueño infantil nocturno consolidado en solitario es el modelo de sueño saludable, a pesar de que la biología evolutiva o la antropología nos han revelado que el ambiente idóneo natural para el sueño de la criatura humana conlleva la presencia de su cuidador principal, generalmente su madre. El sueño en solitario de los bebés y niños es excepcional en la historia de la humanidad, y fue instaurado en nuestra cultura por determinantes meramente culturales hace apenas 200 o 300 años. Nunca fue evaluado convenientemente por el método científico, a pesar de lo cual, desde el nacimiento de la medicina del sueño en la segunda mitad del siglo pasado, se convirtió en el principal objetivo (por no decir el único) de las intervenciones médicas para resolver el insomnio infantil de origen conductual (3,4).
  • Y por último, que no menos importante, el bebé no necesita “aprender a dormir”. Si acaso, aprendemos a dormir dentro del marco de unas exigencias ambientales.  Pero es evidente, dadas las cifras de insomnio infantil en nuestra sociedad (un 30%, del cual un 25% se considera conductual, esto es, por “malos hábitos”), que para muchas familias las exigencias de nuestra cultura no son las más adecuadas. Y para muchos madres y padres, dejar llorar a su hijo para que aprenda a dormir solo no es una opción, porque va absolutamente en contra de sus valores de crianza (5). Esta es una realidad incuestionable que todo profesional del sueño debe respetar.

Si queremos superar la epidemia de insomnio infantil por hábitos incorrectos que sufre nuestra sociedad, es necesario cambiar la perspectiva desde la cual todavía lo aborda gran parte de la pediatría y la psicología. No es un problema del niño que no sabe dormir, sino de una sociedad que le exige hacerlo en unas condiciones (en solitario y con un sueño consolidado durante un largo periodo nocturno) que van más allá de su capacidad de adaptación. Eso es precisamente lo que produce el trastorno. Cambiar la naturaleza de nuestros menores, nuestra naturaleza humana, es prácticamente imposible (si no es a muy, muy largo plazo). Cambiar los determinantes culturales es relativamente sencillo. Y el primer paso sería dejar de normativizar desde la ciencia médica o la psicología un sueño nocturno consolidado en solitario, que ni es un comportamiento natural, ni está sustentado por la ciencia basada en evidencia.

Aceptémoslo: colechar con nuestros hijos es sano, es natural, y para un número muy significativo de familias es la mejor opción para conseguir un sueño nocturno de calidad. Esos casos excepcionales de adolescentes que todavía colechan con sus padres no son representativos del colecho saludable que practican millones de familias en todo el planeta, muchas de las cuales incluso pertenecen a nuestra sociedad, en la cual el paradigma está irremediablemente evolucionando. Utilizar estas excepciones para convertir un comportamiento natural en patología desde un artículo periodístico es, cuanto menos, científica y éticamente muy cuestionable.

La normalización del colecho familiar podría convertirse en la gran vacuna social contra el insomnio infantil por hábitos incorrectos. Lo que no significa caer en el otro extremo y normativizar el colecho como condición indispensable para dormir bien. Tampoco debemos caer en el naturalismo y es imperativo dar espacio a todas las preferencias y valores familiares, pero siempre desde el respeto y el reconocimiento de nuestras necesidades primales.

Con una frase del doctor Albares sí estamos de acuerdo “A nivel médico la dualidad crianza alternativa/Estivill, no existe”. Cierto, no es una dualidad, es una evolución. Es el paso desde un abordaje unidisciplinar (Estivill) —profundamente limitado por el sesgo cultural— al abordaje multidisciplinar (la supuesta “crianza alternativa”), que permite superar las limitaciones del primero y que no conlleva en absoluto despreciar o ignorar los determinantes culturales, sino integrar las realidades reveladas por otras ciencias, así como los valores de crianza de los padres, a la hora de diseñar soluciones óptimas y respetuosas que resuelvan los problemas de ajuste del sueño familiar.   

Por otra parte, cabe destacar que esta fijación por el sueño en solitario, desvía la atención de importantes factores relacionados con los hábitos de vida de la modernidad que pueden estar afectando el sueño de nuestros hijos. Un ejemplo sería el mal uso de la luz artificial y las pantallas, por ejemplo, capaz de desincronizar nuestro reloj circadiano interno hasta el punto de producir un verdadero insomnio infantil (y adulto) por hábitos incorrectos. Desorden fácilmente corregible con una exposición a la luz natural y artificial adecuada, de manera que la segunda no interfiera con el ritmo diario marcado por la naturaleza (6). Y esto nos lleva, precisamente, al eje principal del artículo mencionado al inicio de este escrito, y con el que sí estamos plenamente de acuerdo: en la actualidad es incuestionable que el uso de la melatonina no es aconsejable como tratamiento general del insomnio infantil por hábitos incorrectos, tal y como siempre ha defendido la propia pediatría del sueño y que queda perfectamente reflejado en el documento de consenso escrito por Pin y colaboradores, citado por el doctor Albares (7).

A pesar de todo ello, debemos puntualizar que en dicho artículo científico ni mucho menos se recogen “más de 300 estudios publicados “demostrando que los métodos cognitivos conductuales basados en dejar llorar son inocuos, tal y como afirma Albares. De hecho, este trabajo cita exactamente 40 estudios, la mayoría de los cuales versan sobre otros asuntos relacionados con el insomnio en niños y adolescentes. La realidad actual es que la literatura sobre este tipo de metodología es todavía escasa y adolece de unas limitaciones lo suficientemente importantes como para cuestionar el nivel de evidencia que la apoya, tal y como numerosos autores ponen en relieve (8,9). El debate está, por lo tanto, en los foros científicos y en los sociales (3,10), y va mucho más allá de ser una simple “dualidad” entre dos supuestas corrientes enfrentadas.

En conclusión, los humanos hemos desarrollado culturas ricas y complicadas, como ningún otro primate ha hecho en este planeta. Esto ha sido gracias a nuestra enorme creatividad y poder de adaptación. El secreto del bienestar está en identificar cuándo, y en qué casos, una exigencia cultural produce una respuesta patológica. Y esta frontera no tiene por qué ser igual para todos. En el área de sueño infantil que aquí nos atañe, habrá niños que se adapten sin problemas al sueño en solitario a una determinada edad, y habrá niños que no. Por lo tanto, encarar esta situación desde la realidad de que es el sueño en solitario el que exige una adaptación —por ser una exigencia cultural— y que el colecho no es un comportamiento patológico sino natural y saludable es indispensable para encontrar soluciones de alta calidad a todas esas familias que sufren de este desajuste entre las exigencias culturales y sus necesidades como mamíferos primates del género Homo y la especie sapiens.

Desde el CESI sólo reclamamos que la pediatría y la psicología del sueño más tradicionalista —abordaje desde el cual está escrito el artículo de La Vanguardia al que hacemos referencia al principio— abra su perspectiva y abandone el sueño nocturno consolidado en solitario como único objetivo de sus intervenciones (tal y como han hecho ya muchísimos profesionales de gran prestigio en el panorama internacional y nacional).  Hacer creer a la sociedad que ésta es la única manera saludable de dormir, que eso es lo que dice la ciencia y que las discrepancias a este discurso son “opiniones”, no es la solución a este importante problema de salud de dimensiones epidémicas, como es el insomnio familiar ocasionado por el eterno desajuste entre nuestra cultura y nuestra biología.

Autores:

María Berrozpe, doctora en biología y máster en investigación social de la comunicación científica. Autora de Dulces Sueños

Rafaela López, técnico de laboratorio clínico, asesora de lactancia y fundadora de la comunidad virtual Dormir sin Llorar y coautora del libro Dormir sin Llorar.

José María Paricio Talayero, Pediatra, fundador de Apilam y autor, entre otros, de El libro de la lactancia

Bibliografía

1. Macfarlane B, Cheng M. Communism, Universalism and Disinterestedness: Re-examining Contemporary Support among Academics for Merton’s Scientific Norms. Journal of Academic Ethics. 2008; 6: p. 67-78.
2. McKenna JJ, Ball H, Gettler LT. Mother infant cosleeping, breastfeeding and sudden infant death syndrome: what biological anthropology has discovered about normal infant sleep and pediatric sleep medicine. Yearbook of physical anthropology. 2007; 50: p. 133-161.
3. Ball HL, Tomori C, J MJ. Toward an Integrated Anthropology of Infant Sleep. American Anthropologist. 2019 Sept; 121(3): p. 595-612.
4. Jenni O, O´Connors BB. Children´s sleep: An interplay between culture and biology. Pediatrics. 2005; 115(Suppl 1): p. 204-216.
5. López R, Bastiani R, López C, Márquez R, Reverte M, Salas M, et al. Dormir sin llorar. El libro de la web. Tenerife: ObStare; 2017.
6. J.A. Madrid JA, Pin Arboledas G, Ferrández Gomariz MC. Organización funcional del sistema circadiano humano. Desarrollo del ritmo circadiano en el niño. Alteraciones del ritmo vigilia-sueño. Síndrome de retraso de fase. Pediatr Integral 2018; XXII (8): 385 –395. 2018; 385 –395; XXII(8).
7. Pin Arboledas G, Soto Insuga V, Jurado Luquec MJ, Fernandez Gomariz C, Hidalgo Vicario I, Lluch Rosellof A, et al. Insomnio en ninos y adolescentes. Documento de consenso. An Pediatr (Barc). 2017; 86(3): p. 165.
8. Berrozpe M. Argumentos en contra de las técnicas cognitivo-conductuales basadas en dejar llorar. In Berrozpe M. Dulces sueños. Como lograr que tus hijos duerman tranquilos. Madrid: Alianza; 2017. p. 211-230.
9. Lüpold S. Los niños nos necesitan también por la noche. [Online].; 2020 [cited 2020. Available from: https://suenoinfantil.com/los-ninos-nos-necesitan-tambien-por-la-noche/.
10. Blunden SL, Thompson KR, Dawson D. Behavioural sleep treatments and night time crying in infants: challenging the status quo. Sleep Med Rev. 2011; 15: p. 327-334.

 

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